La humedad de aquella noche hizo que la arena se pegase a sus dedos mientras trataba de trazar círculos imperfectos y pensaba en el bucle en el que se había convertido su vida.
Alzó su mirada hacia la Luna reflejada en la marea. Se veía tan distorsionada como su vida misma.
El mar y el cielo se juntaban allá a lo lejos pero, según dicen, ninguno de ellos tiene fin, ni comienzo. Su vista la engañaba. Ella veía como ambas partes se juntaban, pero nunca se han unido realmente.
Le recuerda a ese amor, creían estar tan unidos, y ni se rozaban.
Hacía frío. Volvió a tumbarse, buscaba calor, y ahí estaba él.
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