Qué blanca nieve. Y qué cielos tan azules. Esos rayos de sol que florecían por entre aquellos cielos.
La tocaba y, ¡Dios, cómo quemaba! Tan fría.
La nieve se iba derritiendo entre sus dedos mientras avanzaba, centímetro por centímetro, por su piel. Brotaba el fuego y con él nuevas ramas que hacían aún mas bello aquel paisaje.
Trazaba caminos que atravesarían su cintura.
Caminos imposibles de recorrer.
- Abre los ojos.
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