Estaba flotando en cuerpo y alma. Mantenía los ojos cerrados porque ya no quería distinguir sus sueños de la realidad. Su cara se tornaba con distintas muecas intentando exteriorizar lo que sentía, quería gritar, pero ningún sonido le salía, y por más que intentaba sentir, no sentía nada. Ninguna mueca de dolor, o de alegría, eran capaces de mostrar lo que en su interior escondía. No había mueca existente, ni palabras suficientes, para expresar el cúmulo de sentimientos que habitaban dentro de su ser. Estaba atrapada. Ella misma se encadenó y se aferró a su propio ser. Era ella quien ocasionó todo este caos sentimental.
Dolor y alegría, ambos ejércitos habían formado una batalla. Luchaban por la victoria. Y ninguno ganó. Ambos se destrozaron, y la destrozaron también a ella. En ese momento se dio cuenta que, o se estaba volviendo loca, o se sentía más muerta que nunca.
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