31 enero, 2017

48 ~ El principio, no el final.

A veces te tienes que perder para volver a encontrarte. Pararte en mitad del camino y reflexionar. Tal vez incluso sentarte, inmóvil; pero no durante mucho tiempo. Tomarte el tiempo justo para pensar en lo que puedes perder y en lo que puedes ganar, preguntarte si te sientes bien contigo mismo haciendo lo que haces, si sientes que estás siéndote fiel a ti mismo, también si quieres seguir por el mismo camino, o tal vez volver atrás, o salirte del camino y buscar otro. Pero no pierdas mucho tiempo, ni malgastes el tiempo de los demás.
No importa la decisión que tomes, lo importante es volver a encontrarte, saber quien eres y lo que vales. No tener una idea de ti mismo implantada por otra persona. No dejar que nadie te etiquete. No permitir que alguien te haga sentir que no vales nada. Necesitas tiempo para reflexionar, para volver a amar, pero sobretodo amarte a ti mismo para poder amar a otros.
En mi opinión, lo más importante es sentirte limpio; tener una mirada sincera y pura. No importa que esa mirada sea la más triste, ni la que más desgracia haya visto, lo importante es poder mirarte a los ojos, incluso cuando tu mirada esté bañada en lágrimas, porque cuando sientes esa tranquilidad recorriendote el cuerpo, el desorden de tu mente se ordena solo. Porque la traición es únicamente algo que pueden llegar a emplear aquellos que no hayan podido comprender el gran tesoro que se posee siendo dueño de una conciencia honrada y pura. Y eso les deja con una mirada manchada, posiblemente hasta la eternidad.

A veces pasa, que nos acostumbramos a caminar en línea recta, y a nuestro camino le hemos construido muros que no nos dejan mirar alrededor. Crece la costumbre de mirar siempre hacia delante. Seguimos andando por ese camino porque pensamos que en algún momento, tal vez al final, encontremos algo fascinante, pero con el tiempo, y con suerte, nos damos cuenta que solo veremos un ladrillo tras otro. Siempre ves y sientes lo mismo, y cada ladrillo está cementado con miedo. Miedo por saber qué te espera junto al próximo paso que darás, sin saber que sentirás lo mismo que hace dos pasos atrás.
El miedo hace que reprimamos o alarguemos una despedida, a veces necesaria, porque no queremos sentirnos solos; es una semilla que hemos cosechado en nuestro interior, siendo alimentada por el sentimiento de soledad, que en verdad solo existe porque nos han echado encima una manta de cariño que hace que nos sintamos protegidos. En ese momento debemos pensar que ya hemos estado solos antes, y que probablemente fuimos más reales que nunca. Fuimos nosotros mismos, sin complejos, sin mentiras y sin sentir la necesidad de cometer atrocidades. En aquel entonces fuimos sinceros, puros, sin haber sufrido ningún tipo de dolor, inocentes, sintiendo que la vida es como pasear por un campo de flores, alegres, asomando por nuestro rostro miles de tímidas sonrisas, confiados, sin siquiera pensar que en el mundo existe algo como la maldad.

Durante nuestro camino, y tras varias pisadas de miedo, aparte de ladrillos, también podemos encontrarnos personas que hacen mucho ruido, pero cuanto más ruido hagan debemos ser conscientes que en su interior solo suena el eco del silencio. Son personas que intentan enmascararse con la esencia de otros. Personas vacías que se alimentan de los demás. Personas que gritan a los cuatro vientos lo que son, porque realmente no se conocen. Gritan porque cuanto más alzan su voz, más se convencen a sí mismos de algo que carecen. Lo necesitan. Son personas a las que nadie pregunta, y por eso tienen la necesidad de hacerlo saber.

También podemos encontrarnos con personas por las que creíamos sentir un amor incondicional, demasiado grande y poderoso. Personas por las que creías que ibas a luchar hasta no poder más, por las que recorrerías el mundo una y otra vez, y por las cuales hasta irías a la Luna. Aquellas personas por las que sonreías incluso cuando menos te apetecía, solo para ver su sonrisa también. Personas con las que compartir una vida, incluso construir un futuro. Pero un día dejan de ser quienes eran, y simplemente no los volvemos a reconocer. No sabes muy bien si es que se han quitado la máscara, o tal vez simplemente se la fuesen a poner. Y entonces el corazón se siente confuso, porque la persona a la que amabas ya no existe, sin importar lo que haya podido pasar. Recuerdas y encuentras sentimientos por una persona que ya no está, y que ya nunca más volverá a estar. Se convierte en un amor triste y vacío. Inexistente.

Entonces ponte a pensar. Destruye esos muros que te impiden ver. Acaba con ellos. Y si no te gusta el camino, sal. Camina por mitad del bosque si hace falta. O métete en el mar. No te encierres entre muros, no te impidas ver más allá. Te sorprendería todo aquello que puedes llegar a encontrar fuera de tu camino, fuera de tu zona de confort. La vida te sorprenderá, eso te lo aseguro. Pero siempre camina sin miedo, y con la cabeza bien alta.

Y dicho todo esto… Quiero remarcar que los peores cambios y las peores experiencias son las que nos hacen crecer y ser mejor persona. Dicen que el dolor puede llegar a ser el sentimiento por el cual más podemos aprender, el que más nos ayuda y el que nos impulsa a seguir hacia adelante, también. El mundo sigue girando, el tiempo sigue pasando, es tu elección si quieres quedarte mirando, o actuar.
Todo sucede por alguna razón, y si no es ahora, en un futuro. Pienso que cualquier cosa negativa que puede llegar a suceder, tendrá un impacto positivo en tu vida, quizás no ahora, pero en algún momento, y seguramente cuando menos te lo esperes. La vida te da la oportunidad de vivir un cambio. Y ten claro, que jamás puede pasar algo lo suficientemente malo como para dejar tu vida de lado. Nunca olvides quien eres, ni por la persona que más puedas amar en el mundo. Sé fiel, a ti mismo y a los demás. Sé esa persona que pueda recordar sin remordimientos. Sé esa persona que al mirarte a los ojos puedas sonreír. Sé esa persona libre de cargas. Sé esa persona que duerme tranquila sabiendo que ha hecho todo lo posible por satisfacer la felicidad de otros, pero también la de uno mismo. Sé esa persona que se siente igual de bien estando acompañada que sola. Sé esa persona que actúa sin maldad. Sé esa persona de la cual tú mismo puedes sentirte orgullosa.
Vive, perdona, recuerda, y ama. Y si te olvidas, mírate al espejo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario