11 marzo, 2017

50 ~ O llámalo felicidad


Es de afortunados y valientes saber alegrarte por la felicidad que sienten aquellos que una vez te hicieron daño. Sin sentir odio, ni tan siquiera guardar rencor. Somos pocos los que sentimos auténtica tranquilidad al mirar atrás, somos pocos los que somos capaces de recordar incluso las pesadillas, recordar con alegría me atrevería a decir, porque esas pesadillas no eran más que una parte de la vida que nos ha hecho crecer como persona. Porque cuando hieres a alguien solo pueden pasar dos cosas: Lo destruyes o lo vuelves indestructible. Y quiero dar las gracias a mis alegrías y desgracias, por hacerme un favor y brindarme la oportunidad de hacerme más fuerte.

Si algo no funcionó es porque no estaba hecho para mí, algo mejor está por venir, siempre fue y seguirá siendo así. Por esa razón, y ninguna otra, simplemente lo solté, lo dejé ir. Porque algunas veces ganas, y otras veces simplemente te das el capricho de aprender... Y que bonita es la sabiduría. Con ello me permití la oportunidad de volver a saborear todos aquellos pequeños momentos de los cuales me olvidé, de placeres, de volver a vivir, resurgir. Sobretodo saboreo la libertad, hacía tiempo que no me sentía libre, la cruda verdad, porque a veces cuando más solo crees estar, más acompañado te sientes. Te das cuenta que son muchas las personas que pueden darte cariño, pero pocas las que saben hacerte sentir realmente querido. Y eso conmigo siempre fue un auténtico desafío. Tal vez sea esa la razón por la que intenté mantener con vida algo que hace tiempo debió morir. Aprendí a darme cuenta que mi vida es solo mía, y por mucho que quería compartirla soy yo misma quien debe saber cómo sacarme una sonrisa a final del día.

Llámalo paz, tranquilidad, o alegría. Llámalo optimismo, o tal vez simplemente sea felicidad y no me he dado cuenta hasta ahora.

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