Me considero todo lo contrario a lo que se supone que es ser la mujer perfecta. Ya de por sí sé que no lo soy, tengo mis defectos como cualquier otra persona. Pero a lo que quiero llegar es que creo que se equivocaron al programarme. O tal vez hicieron, por fin, algo correctamente.
Hablemos del matrimonio. Dos personas que se quieren y necesitan reforzar su amor firmando un papel en el que se juran amor eterno y fidelidad. Me parece realmente triste que para creer en ellos mismos necesiten un papel que lo justifique. No creo en el matrimonio. No necesito encontrar al hombre de mi vida.
Hablemos de la familia. Tal vez sea también porque mi concepto de familia es un tanto confuso. Mis padres tenían distintas expectativas en la vida, o así es como lo tengo yo entendido, y cada uno se fue por su camino (aunque he de aclarar que ambos siempre están a mi lado, y son probablemente los mejores padres que un hijo puede llegar a desear). Pero desde luego no sé qué es tener unos abuelos, unos tíos, unos primos, etc. en estado físico, sino más bien sé lo que son abuelos en estado monetario, unos tíos en estado monetario regresivo y unos primos fantasmas. He visto más billetes en mi cuenta bancaria que familiares en estado físico, como si con ello fuesen a decir "Lo siento" por no estar presentes. Por lo tanto el concepto que tengo de la palabra FAMILIA no es muy extenso, y doy gracias a ello, pues de esa manera tengo una cosa menos a la que atarme.
Hablemos de hijos. Puede ser que esto suene egoísta. Y tal vez algún día cambie de opinión y no me perdone haber escrito esto. En este sentido puede que sea porque puedo llegar a llamarme egoísta a mi misma, pero no quiero que mis objetivos en esta vida sean distorsionados por otra persona. No me veo en esa situación, de ver a alguien por encima mía. Ni me veo teniendo la responsabilidad de cuidar a alguien si no soy capaz ni de cuidar de mi misma.
Hablemos de tradiciones. Esas mierdas a las que llamamos Navidad, Año Nuevo, etc. ¿De qué nos sirven? Es una simple excusa para pasar tiempo en familia, cosa que no se puede hacer los 364 días restantes del año, ¿verdad? Dar regalos, sonreír a personas que dicen ser tus familiares pero a las que no ves hasta el año que viene, estar reunidos todos frente a un televisor entusiasmados por comer uva tras uva y brindar con un champán caro que se reprocharán a sí mismos esos 364 días restantes del año junto a las tres cenas típicas de esas festividades que ni siquiera se han podido permitir. Pero es tradición. Y es bonito. O eso dicen, no quiero experimentarlo.
Por si no he llegado a aclararlo... No quiero una vida típica. No me van las tradiciones, y no quiero saber nada de ellas. Quizás sea que no me han educado para ello, o que por diversas circunstancias de mi vida me he convertido en esto. Sea lo que sea, espero no llegar a hacerle daño a nadie que me importe con estos pensamientos. Nunca.
Más que sincerarme, creo que he dado un poco a entender el por qué de cada pensamiento, simplemente para dar un poco a conocer una parte de mi que llevo oculta. Aunque para nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario